La historia de Carla Bertotti es un himno a la valentía y el autodescubrimiento. Durante años, ocultó una marca de nacimiento, una mancha azul grisácea en su rostro, bajo capas de maquillaje. Sin embargo, esta supuesta imperfección se ha transformado en un símbolo de su identidad única.
El lunar, conocido médicamente como Nevus de Ota, es una condición benigna. Pero para Carla, representaba una lucha por la aceptación propia. Desde la tierna edad de ocho años, el maquillaje se convirtió en su armadura contra el mundo, un ritual diario de dos horas para enmascarar su supuesta imperfección. Los desafíos de Carla iban más allá de la apariencia. A los 12 años, un tumor benigno le dejó la cara paralizada y su salud comprometida. Esta batalla por la supervivencia destrozó su confianza. Al despertar del coma con el rostro paralizado, recuerda haber visto a un “monstruo” en el espejo.
Durante su adolescencia, Carla luchó contra la inseguridad. El maquillaje, los lentes de contacto, cualquier cosa para integrarse, ofrecía un alivio temporal seguido de decepción. Se sentía como una forastera, indigna de amor y aceptación.
Estas inseguridades se filtraban en sus relaciones. Una dinámica tóxica con una pareja mucho mayor le trajo un amor sofocante lleno de posesividad y traición. Desesperada por la validación, Carla lo soportó todo, convencida de que era el único camino al amor. Las constantes críticas de él minaron su autoestima, alimentando un ciclo de dudas.
Sin embargo, en 2018 llegó un punto de inflexión. Carla tomó la valiente decisión de aceptar sus imperfecciones y compartir su historia. Desde entonces, se ha convertido en una inspiración en las redes sociales, cautivando al público con su autenticidad y resiliencia. Su libro, “Indeleble”, es un testimonio del poder del amor propio y la aceptación.
Hoy, Carla es un faro de esperanza. Su mensaje es claro: todos merecemos amor. Llega un momento en el que te das cuenta de que te obsesionaste con cosas que no importaban. La historia de Carla nos recuerda que la verdadera belleza radica en abrazar nuestros defectos y celebrar lo que nos hace únicos. En un mundo obsesionado con estándares poco realistas, su viaje es un testimonio del poder transformador del amor propio: un viaje que vale la pena emprender, imperfección a imperfección.